Tomando la misma sopa de ayer, siento un regaño, un tirón de orejas... si ayer no la quisiste, bueno, como sea, hoy la vas a terminar, hasta limpiar el plato, que se vea el fondo, que quede plato nomás, ni un resto de caldo tenés que dejar. Lo bueno, es que una vez terminada la sopa, podés salir a jugar...
Se me aparece esa imagen trillada del burro siguiendo la zanahoria que tiene frente a sus ojos, colgando ante su nariz, pendiendo de la mano de su amo, para que camine y cumpla con la tarea que le asignaron, cargar, para que una vez cumplido su encargo, reciba, a cambio, su comida.
También se me cruza otra imagen, por demás conocida, la del galgo persiguiendo a la liebre, esas liebres de galgódromo, hechas de tela o de plástico, y me pregunto: ¿el perro sabe que no es real?, ¿qué es lo que persigue?, si logra atraparla, ¿qué le pasa al darse cuenta que la liebre es de juguete?, ¿se sentirá engañado, burlado o usado?...
De ninguna manera, pues si la alcanza (o al menos lo intenta), será recompensado con cuidados especiales y un buen plato de comida, y luego, puede salir a jugar....
El juego consiste en cazar a la liebre...
Metáforas de la vida cotidiana -pienso- lo que ninguna persona desea para su vida, su realización, su crecimiento...
Aunque, desde lejos, alguien me dice que, aunque no sea lo "ideal", por algo se empieza...
Pienso todo esto, mientras hundo la cuchara en el plato humeante.
Pero tengo una certeza, y es que siempre - llamémosle zanahoria, liebre o plato de sopa-, necesitamos algo por donde empezar, un motor para arrancar, una ilusión.
Lo importante es que nunca dejemos de buscarlas.
Aclaración:
1. Los que vieron la película "Trapito" van a comprenderme y no les hará falta más explicaciones.
2. No sé si de "ilusiones también se vive", pero que se sobrevive, seguro.
3. Quizá mañana cambie de opinión, pero por hoy, es lo que hay.