miércoles, 4 de junio de 2008

Y comenzás a sentir eso que no querías, lo que estaba latente y siempre escondiste.
Se empieza a agrietar tu cáscara, de a poco se acentúan las vetas, como aflora el musgo en la humedad, como ese pastito que brota entre las baldosas, igual que las raíces de los álamos, cuando salen a las superficie y levantan todo el piso, o como proliferan los hongos en la podredumbre.
Como esa sombra que obtura tu luz, ese gran muro, infranqueable; como ese hálito que satura el aire hasta empañarlo todo, hasta asfixiarte.
Pero al fin, cuando salga el sol y sus rayos logren abrazarte, también reverberará su luz en las plateadas hojas de tu álamo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mañana es siempre
Matilde Alba Swann

Cómo quisiera despertar cantando.
Pero amanezco, en cambio,
dolorida
de no haberme quedado en ese espacio,
en ese tiempo de morir prestada.
Una isla no inscrita en ningún mapa,
una célula enferma de ignorancia,
un asfixiado mundo en miniatura,
una avanzada humanidad triunfante,
en clarines y hogueras
homicidas.
Tabla sola, sin náufrago siquiera,
y luchando,
relincho hacia la costa,
y animada nomás por el recuerdo
de un aliento mordido a sus astillas.
Cómo quisiera despertar cantando,
y me muero de sed y hambre
de canto
mientras desborda la preñada aurora
en promisorio bermellón de vinos,
y expandida,
hoguera en panes, horneándose a lo alto.
Yo estoy abajo,
debajo de la historia,
sepultada en antorchas apagadas
y estandartes marchitos.
Sumergida en humores subterráneos
y en cenizas de huesos
de bandido,
Soy el ser que no fue, lo que no pudo,
la olvidada, desdeñada semilla,
pero existo.
Dentro
tengo un sauce inclinado que me llora.
Un niño triste me llama, sin nombrarme.
Me doy cuenta,
me doy cuenta, yo existo.
Mañana espero despertar, cantando.